esperanza en la oscuridad

Dani
4 min readNov 5, 2020
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Tus adversarios desearían que creyeras que no hay esperanza, que no tienes poder alguno, que no existen razones para actuar, que no puedes ganar. La esperanza es un regalo al que no tienes que renunciar, un poder del que no tienes que deshacerte.

La cita que encabeza este artículo, es de Rebecca Solnit, del prefacio de su libro Esperanza en la oscuridad, publicado por Capitán Swing en 2017, si bien es una recopilación de ensayos de la pensadora estadounidense, aunque de diferentes épocas. Alguna vez ya he hablado de él, porque me parece que plasma muy bien muchos sentimientos que en la experiencia de un compromiso y activismo social y político muchas personas hemos podido tener y no hemos sabido ordenar de manera tan eficaz. Lo sigo recomendando, porque es de una actualidad extraordinaria.

UPN y sus socios, con el apoyo entusiasta de un grupo municipal del PSN que mira más al pasado que al futuro, han perpetrado uno de los mayores ataques que el movimiento vecinal y comunitario de esta ciudad ha sufrido jamás. La finalización de los contratos con los Servicios de Acción Preventiva Comunitaria deja en una situación de desamparo y desprotección a la infancia de Iruñea, principalmente a la infancia más vulnerable, en un momento de crisis provocada por la pandemia del COVID-19, justo cuando deberían redoblarse los esfuerzos en ese sentido. Muy lejos de ser una decisión técnica para mejorar el servicio, la agresión tiene una clara base política, contra una manera de entender y contruir la ciudad y sus barrios. A UPN y al grupo de Maite Esporrín, por ahora ingobernable en el seno del PSN, las niñas y niños de Iruñea, sus derechos y sus necesidades, les importan muy poco. Sobre todo si esos críos son de barrio y reciben valores comunitarios, en vez de convertirlos en consumidores pasivos. UPN no ha estado nunca presente en el trabajo comunitario. No sabe lo qué es el auzolan, ni lo qué significa luchar por el bien común, menos aún si ese compromiso supedita el interés personal al interés colectivo, la ganancia individualista al beneficio compartido.

Su principal objetivo es, precisamente, deshacer el sentimiento comunitario. Sobre todo en un futuro, que ya está aquí, en el que el cuidado entre nosotras y nosotros, el cuidado de nuestras comunidades y el cuidado global del propio planeta, va a resultar imprescindible para poder vivir en libertad. La opción contraria es la del control social, la de la supresión de derechos civiles, individuales y colectivos, la del individualismo egoísta. Y esa es la apuesta que hacen UPN y el grupo municipal del PSN. Porque son parte de esa élite que, con su antigua manera de entender la vida como una posibilidad de enriquecerse, están agotando los recursos propios y comunes que tenemos. Su filosofía pasa por pagar para todo. Si tienes dinero podrás acceder a una buena sanidad, una segura ancianidad, una supuesta mejor educación, un ocio de diseño, o unas vacaciones en una playa lejana. Pero siempre, siempre, a costa del bien común, en detrimento de la comunidad y en perjuicio de los servicios públicos. Esa es la realidad de esta decisión.

¿Y ante esto qué nos queda? Lo primero, pasar el duelo. Es necesario. Es imprescindible. Pongamos en marcha foros y experiencias para cuidarnos aún más en las próximas semanas. Para, si lo necesitamos, poder llorar juntos. Para no caer en la desesperación colectiva que nos paraliza. Para no tiranos de cabeza a la autocompasión y a la lamentación mutua que entierra cualquier esperanza e imaginación colectiva en un derrotismo en bucle. Y de ahí, a impulsar una reflexión comunitaria, haciendo el esfuerzo de incluir al mayor número de personas posible de los barrios que creen en el poder de la comunidad, desde la propia diversidad de la misma.

Y para eso es imprescindible no perder la esperanza, nunca, ni en ese momento de duelo colectivo. Y la esperanza no es pensar que algún día, sin más, todo mejorará, por mucho que con eso queramos contrarrestar la narrativa de “todo va a peor”. La esperanza que tenemos y que es un valor del que disponemos tras décadas de lucha colectiva, de aciertos y errores, es una esperanza que nos impulsa a ver con las perspectivas amplias que ofrecen las posibilidades específicas que nos invitan a actuar. Una esperanza para volver a trabajar, a construir y a luchar. Y siempre reconociéndonos parte de una comunidad crítica y autocrítica, porque la esperanza sin pensamiento crítico es ingenuidad, pero el pensamiento crítico sin esperanza es cinismo. Nunca olvidemos nuestra memoria colectiva, porque ella nos dará razones para seguir trabajando por lo que creemos. A pesar de todas las dificultades que se puedan presentar. A pesar de todos los impedimentos que nos quieran poner. A pesar de los ataques que podamos sufrir. Porque como dijo Martin Luther King Jr.:

Debemos aceptar la decepción finita, pero nunca perder la esperanza infinita.

Mi reconocimiento y agradecimiento a todas esas personas que, desde el compromiso y la generosidad, y muy especialmente a las y los profesionales de los Servicios de Acción Preventiva Comunitaria, han logrado en todos estos años que construyamos y creamos en el modelo comunitario que queremos y debemos seguir soñando para todos los críos y crías de Iruñea. Gracias. Eskerrik asko.

Las frases en cursiva y negrita corresponden a citas textuales de Rebecca Solnit en su libro Esperanza en la oscuridad. La historia jamás contada del poder de la gente, de Capitán Swing, 2017.

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